Santos Jiménez: "La venganza en caliente desencadenó un exterminio"
Autor del libro ‘Covalverde’ sobre la represión franquista en Cuevas del Valle
Si la razón produce monstruos, no digamos el deseo. Esa es la conclusión a la que llega el escritor Santos Jiménez tras escuchar decenas de testimonios directos sobre los terribles sucesos vividos en Cuevas del Valle durante la Guerra Civil. Fueron tantas las mezquindades, miedos y crueldades experimentadas por los vecinos de esta aldea del Valle del Tiétar que este poeta covachero se lanzó a escribir Covalverde, un alegato novelado contra el abuso de poder y la venganza gratuita que aquí se practicó durante décadas. Duele escucharle hablar ahora de las memorias entrelazadas de un pueblo que no llega a los mil habitantes y que, pese a la apariencia y la hipocresía, no son nada derrotistas sino un canto a la lucha por la supervivencia.
¿Qué le empujó a investigar los hechos ocurridos en Cuevas del Valle durante la Guerra Civil?
El recuerdo de mi abuelo. Fue asesinado el 9 de septiembre de 1936 y quería saber más. Tenía información sobre quién era y sabía que le mataron junto a otras cuatro personas en un paraje de Arenas de San Pedro conocido como la Cuesta de La Parra pero me asaltaban muchas preguntas sin respuesta. Así que en 2001 comencé a indagar, a conversar con gente del pueblo que fue testigo de esos y otros sucesos dramáticos ocurridos entre agosto y noviembre de 1936. En 2015 me decidí a publicar la novela Covalverde con los testimonios que recabé.
¿Qué es lo que más le sorprendió de su investigación?
Muchas cosas pero, sobre todo, descubrir que había más gente de la que esperaba dispuesta a contar recuerdos que mantenía casi en secreto de acontecimientos ocurridos hace más de 80 años. Y que lo hacían con un nivel de detalles asombroso. Dentro de este grupo, tuve la suerte de hablar con una persona que había elaborado una lista casi completa de los vecinos asesinados durante aquellas fechas y de los sitios donde están enterrados. Eso resultó decisivo para avanzar en el conocimiento de la memoria del pueblo, que hasta entonces se limitaba prácticamente al ámbito privado y, a veces, ni siquiera eso.
Usted fotografió el momento preciso en el que un vecino ya fallecido de Cuevas del Valle, Francisco Fernández, trazó en el suelo de un pinar el lugar donde los franquistas asesinaron y enterraron a su padre 80 años atrás. ¿Quién era Francisco Fernández?
Una persona fundamental para mí. Contacté con él cuando ya tenía 80 y muchos años y tuve la suerte de acompañarle en los últimos de su vida. Pasé muchas horas a su lado y entre los dos fuimos elaborando una composición casi íntegra de cómo era Cuevas del Valle en 1936, con las casas donde vivían las familias, a qué se dedicaban los vecinos, quiénes eran arrieros, quiénes cabreros, labradores y propietarios de terrenos. Esta información fue determinante para entender el conflicto que se desató aquí durante aquellos meses terribles. Gracias a Francisco hilvané los motivos por los que murió mucha gente durante la represión franquista. Él me llevó de la mano hacia la historia soterrada del pueblo con la memoria prodigiosa que conservó para hacer frente al olvido. Le quería mucho. El día que se fue a la residencia lloraba como un niño. Sobre la foto pues le diré que es un momento que sale porque sale. Yo no soy fotógrafo pero con esos claroscuros que había en el pinar y Francisco vestido con esa ropa sempiterna que llevaba pegada a su piel... Es un verdadero cuadro. Y bueno, murió hace unos años.
¿Le desconcertó la precisión con la que señaló el emplazamiento de la fosa después de tanto tiempo?
Sí, porque aunque tenía una mente fuera de lo normal todos sabemos los estragos que provoca el paso del tiempo en nuestra memoria. Uno puede pensar que está ahí cuando está 20 metros más allá, o 50, o 200. Sin embargo, en este caso fue así. También marcó el lugar donde fue enterrado mi abuelo en la Cuesta de la Parra. Por eso confío en que pueda encontrar sus restos si algún día podemos exhumar aquella fosa.
Usted describe en su libro que aquí se vivió un verdadero escarnio durante y después de la Guerra Civil. ¿Cuál fue el detonante de tanta violencia extrema?
La venganza. El desencadenante, cuyos detalles desconocía, fue el fusilamiento en agosto del 36 de diez derechistas por parte de un grupo de milicianos que llegaron de Talavera. Tuve la suerte de conocer a un testigo directo de aquel suceso, todo un descubrimiento fortuito para mí porque aquel hombre, un carpintero, ni siquiera era de Cuevas del Valle sino de Arenas de San Pedro. Lo mismo me sucedió con dos milicianas que estuvieron en la defensa del Puerto del Pico. Una de ellas murió durante los días en los que estuve entrevistándola. Una vez que me aclararon esas diez muertes pude entender mejor lo que vino después: una absoluta venganza en caliente porque ya en septiembre todo esto se llena de militares, unos procedentes del Puerto del Pico y las tropas de Castejón que vinieron de Talavera, dispuestos a ‘limpiar’ esta zona y seguir camino hacia Madrid. Es entonces cuando comienza la primera fase de la revancha, fusilando a más de 40 vecinos durante dos meses. Y después de la guerra se produjo la segunda ola de las matanzas tras el regreso de aquellos que lucharon en el bando republicano. La represión fue brutal. El 10% de una población que no llegaba a mil habitantes fue exterminada.