Entrega de los restos de Máximo Sainz a Ignacio Fernández.- INSTITUTO NAVARRO DE LA MEMORIA

... Y 86 años después sucedió

Máximo Sainz Plaza fue encarcelado por los franquistas cuando todavía era menor de edad. No había ningún recuerdo suyo por lo que su historia se habría perdido de no ser por el esfuerzo de la familia

Alejandro TorrúsPeriodista de Público especializado en Memoria y autor del libro ‘La gran evasión española‛

Ignacio Fernández Sainz no sabía prácticamente nada de su tío, Máximo Sainz Plaza. Lo básico. Que tenía 15 años cuando fue detenido por las fuerzas franquistas, que fue encarcelado en la Guerra Civil en el Fuerte de San Cristóbal, cerca de Pamplona, y que desapareció tras la multitudinaria fuga de presos que tuvo lugar el 22 de mayo de 1938. El Gogora (el Instituto de la Memoria, la Convivencia y los Derechos Humanos de Euskadi) le dio algún dato más sobre su detención en el mes de agosto de 1936. Pero poco más. Prácticamente nada. De Máximo Sainz Plaza no había ni una sola foto que nos mostrara un gesto, una mirada, un recuerdo. La gente que lo conoció ya murió y su corto paso por este mundo apenas dejó rastro. Su historia, como la de tantos otros, estaba condenada a desaparecer.

Cuenta Ignacio que la persona que más activamente buscó a Máximo fue su abuela, es decir, la madre de Máximo, Doña María  Plaza Calvo. La mujer, en plena dictadura franquista, anduvo durante años visitando “brujos, brujas y adivinadores” para que le dijeran “dónde estaba su hijo”. Buscaba en el campo de lo esotérico lo que una dictadura y posteriormente una democracia le negaban: encontrar el cuerpo de su hijo, estuviera donde estuviera. “Te estoy hablando de los años 40 o 50”, explica a Público Ignacio. Sin embargo, y para sorpresa de nadie, los y las videntes no dieron con el cuerpo ni vivo ni muerto de Máximo. Con los años, la familia fue perdiendo el recuerdo de aquel tío. Ignacio, de hecho, cuenta que, salvo su abuela, nadie de su familia ha hecho grandes esfuerzos por recuperar los restos mortales de Máximo.

Vista aérea del Fuerte de San Cristóbal.- GOBIERNO DE NAVARRA

Sin embargo, un buen día sonó el teléfono. Era Fermín Ezkieta, autor de Los fugados del Fuerte de Ezkaba e investigador que, siguiendo el rastro de los fugados, ha conseguido localizar varias fosas comunes de presos del Fuerte de San Cristóbal. Fermín fue franco y directo. No sabe ser de otra manera. Le explicó que en Olabe / Olave habían encontrado una fosa común con 16 cuerpos de la fuga, que todos ellos eran fugados del Fuerte de San  Cristóbal y que él creía que uno de los cuerpos correspondía al tío de Ignacio, a Máximo. ¿La razón? El análisis forense decía claramente que se trata de un muchacho muy joven. Quizá entre 15 o 16 años y Ezkieta sabía que Máximo era el más joven de cuantos prisioneros decidieron lanzarse a los montes que separan Francia y España para escapar del lento caminar hacia la muerte que era el Fuerte de San Cristóbal.

Tras conocer las pesquisas de Ezkieta, Ignacio y dos familiares dieron muestras de su ADN al Instituto Navarro de la Memoria y unos meses después la respuesta ya era definitiva. Fermín Ezkieta tenía razón. Aquel cuerpo correspondía a la identidad de Máximo Sainz, el joven que cumplió 18 años el 26 de mayo de 1938, cuatro días después de iniciar la fuga del fuerte y el mismo día en el que fue detenido en Olabe / Olave. Era natural de Desojo y trabajaba como carbonero en Vitoria / Gasteiz, donde fue detenido. Dicen las crónicas periodísticas que Máximo fue arrestado por anarquista. Su sobrino, Ignacio Fernández, dice que no puede corroborarlo. Él cuenta lo que sabe. Y lo que sabe es que fue detenido el 31 de agosto de 1936 junto a otras personas cuando intentaba salir de Vitoria para ir a zona republicana.

Interior del Fuerte de San Cristóbal.- CEDIDA POR FERMÍN EZKIETA

El pasado 7 de junio la consejera de Relaciones Ciudadanas del Gobierno de Navarra le entregó los restos mortales de su tío, de Máximo Sainz Plaza. Lo hizo en una ceremonia celebrada en el Palacio de Navarra, en Pamplona. Se culminó así un proceso que comenzó en 2016 cuando fue exhumado el cuerpo, junto al de otras 15 personas, en la que era la primera actuación de la Dirección General de Paz, Convivencia y Derechos Humanos. Se trataba de la exhumación de la fosa que pasó a la historia como ‘los 16 de Olabe / Olave‛, que en la actualidad es Lugar de Memoria Histórica de Navarra y final de la primera etapa del GR225, una ruta de tres tramos que recorre la fuga de los presos del Fuerte de San Cristóbal.

De las últimas horas de las vidas de estos 16 hombres sí que se conocen algunos detalles. Se las contó a Fermín Ezkieta el juez de paz de Olabe / Olave, Esteban Arriola, ya fallecido, cuando tenía más de 90 años de vida. Arriola le contó que un día detuvieron a un numeroso grupo de presos cruzando el Ulzama, que los encarcelaron en la venta del pueblo, justo enfrente de la casa del sacerdote del pueblo, que podía vigilar la improvisada prisión desde su mirador. A la mañana siguiente, unos cuantos hombres del grupo de detenidos fueron metidos en camiones militares y devueltos al Fuerte de San Cristóbal. Otro grupo, formado por 16 personas, serían fusilados. Nadie sabe por qué eligieron a estos 16 y por qué no a los otros. Sí se sabe que era el 26 de mayo de 1938, el día en que Máximo Sainz Plaza cumplía 18 años, cuando llevaron a este grupo de hombres, maniatados, a unos 200 o 300 metros de la venta, campo a través, y que allí, a unos 50 metros del cementerio, fueron ajusticiados y enterrados en una fosa común que tuvo que esperar hasta el 30 de enero de 2016 para ser exhumada.

Máximo Sainz era uno de los presos más jóvenes del Fuerte de San Cristóbal. Era, de hecho, menor de edad. Pero otros hombres, como el nacionalista vasco Ángel Arbulo, con 14 años, eran todavía más jóvenes. Sainz Plaza sí fue el hombre más joven en unirse a la histórica fuga que tuvo lugar en el Fuerte el 22 de mayo de 1938. Aquel día un grupo formado entre 30 y 50 hombres, capitaneado por el comunista Leopoldo Pico, logró tomar el Fuerte y abrir las puertas. 795 presos de los casi 2.500 que se hacinaban en el lugar decidieron escapar. ¿El objetivo? Llegar a Francia. Solo tres lo consiguieron. 206 murieron fusilados por el camino.

Hoy sabemos que Máximo Sainz Plaza fue uno de aquellos hombres. Sus restos, por petición de su familia, descansarán en el mausoleo que Navarra tiene para las víctimas del franquismo. “Ha sido una alegría poder recuperar los restos de mi tío. Nunca pensamos que esto se podría dar. Ni yo ni mis hermanos conocimos a Máximo, pero aun así no hemos podido evitar emocionarnos. Sabes que es tu familiar, tu sangre. Ahora queremos que esté en el mausoleo de Navarra. Queremos que esté con sus compañeros de lucha”, sentencia Ignacio Fernández.