Ilustración de Santi Bará

Villa, el villano

Xuan Cándano

José Ángel Fernández Villa (Tuilla, 1943) fue en el tardofranquismo uno de esos jóvenes mineros revoltosos, conflictivo en los centros de trabajo, lo que le costó sanciones y despidos. Cercano a la izquierda radical, los socialistas se fijaron en Villa por sus intervenciones en las asambleas y porque se enfrentaba a la mayoritaria CCOO. Y como no tenían cuadros ni presencia sindical se propusieron captarlo. No les importó que gente como Antón Saavedra, que sí era un veterano sindicalista ugetista y militante del PSOE, les advirtiera de que había sido un delator y chivato de la Policía franquista.

Villa anuló a sus competidores y accedió en 1979 a la secretaría general del Sindicato Obrero Minero de Asturias (SOMA), en la que estaría 34 años. Gracias a la férrea disciplina interna que instauró en la organización y a la llamada "chequera" —un sistema de trabajo en los pozos de Hunosa que convirtió en liberados sindicales exentos de bajar a la mina a miles de mineros— Villa se convirtió en el hombre fuerte en Asturias de un PSOE subordinado al SOMA. Ponía y quitaba presidentes de la autonomía, desde Pedro de Silva hasta Javier Fernández, de la Caja de Ahorros (luego Cajastur, Liberbank y ahora integrada en Unicaja), alcaldes, concejales, diputados, cargos de Hunosa y de otras empresas públicas...

En la familia socialista, Villa se inclinó por Alfonso Guerra en su confrontación con Felipe González. En el encierro del Pozo Barredo de Hunosa, una gran movilización minera en Asturias entre diciembre de 1991 y enero de 1992, Villa en realidad se encerraba contra Felipe González, que intentaba mandar a casa a un tercio de la plantilla de Hunosa, entonces con 18.000 trabajadores. Lo conseguiría poco después. En el siglo XXI solo queda un pozo en la empresa y la minería casi es historia en Asturias. Eso a pesar de que Villa llegó a decir que para cerrar un pozo tendrían que pasar encima de su cadáver.

A pesar de esas fanfarronadas y de su actitud déspota y dictatorial, a Fernández Villa no se le pueden negar éxitos. Sindicales, que no políticos. Mantuvo su inmenso poder durante más de tres décadas y tuvo detrás a una legión de mineros disciplinados y fieles por las liberaciones sindicales y las prejubilaciones, generosas en dinero y en edad, porque los trabajadores dejaban la mina con poco más de 40 años y muy bien remunerados. Eso también mantuvo las rentas durante mucho tiempo en las cuencas mineras, muy favorecidas en los presupuestos públicos. Pero todos los planes de reactivación de esas comarcas fueron un fracaso, en especial los millonarios fondos mineros, despilfarrados en inversiones innecesarias y en corrupción pura y dura, y no solo con empresas que llegaron para cobrar las subvenciones y se largaron en cuanto lo consiguieron.

Cuando en 2014 se supo de la fortuna oculta de Villa, de 1,4 millones de euros, tras acogerse a la amnistía fiscal del gobierno del PP, en Asturias desapareció el héroe de los cíclopes que salieron de las entrañas de la tierra para asaltar el cielo, que decía Albert Camus de los mineros, y apareció El Villano que había blanqueado su fortuna, atendiendo a la oferta del ministro Montoro, justo cuando era el líder de la última movilización de los mineros, en 2012, finalizada con una gran manifestación en Madrid tras una marcha a pie desde Asturias. Una mano en la pancarta y otra con la pasta camino del banco.

El rey de la minería y de las cuencas quedó desnudo, tras tantos años protegido por un muro de silencio, en buena parte edificado por los medios de comunicación, donde Villa también era influyente. En los públicos, donde ponía directores y jefes de informativos, también era el jefe. Hubo que darle la razón a Antón Saavedra, que llevaba desde el principio de la carrera político/sindical de Villa denunciando su corrupción, moral y económica, sin que nadie le hiciera caso. Tampoco se lo habían hecho ni los políticos, ni la Fiscalía ni el resto de los medios, a la revista Atlántica XXII cuando había destapado el escándalo de las obras del geriátrico de Felechosa, pagadas con 32 millones de fondos mineros. La investigación de ese caso aún está en los juzgados y se investiga a Villa, a su mano derecha José Antonio Postigo (también acogido a la amnistía fiscal) y a varias personas más por varios delitos, entre ellos el cobro de millonarias comisiones ilegales. El ex secretario general del SOMA ya fue condenado a tres años de cárcel y el pago de 114.954 euros de indemnización por el saqueo de las arcas del sindicato. No pasó ni pasará por la prisión por su estado de salud. Los informes médicos avalan una demencia severa.

Villa lleva ocho años encerrado con su esposa en su piso del barrio de La Florida de Uviéu (Oviedo), del que no sale nunca, excepto al hospital. Se ha convertido en un apestado, en un lejano y triste recuerdo en una Asturias en transición que ya no tiene minas ni catedrales industriales y que tuvo que ver cómo su histórico y épico movimiento obrero acababa en la charca de la corrupción. Un duro trago para los viejos luchadores, que derramaron muchas lágrimas, a veces en público. Para los jóvenes, muy pocos en una autonomía en absoluto declive demográfico y con una enorme emigración juvenil, representa ya un pasado tan remoto como aquellas huelgas míticas que desafiaron el franquismo. En las cuencas mineras, donde fue el más poderoso y temido, se ha convertido en un espectro, un fantasma al que nadie quiere evocar porque su recuerdo trae asociados el bochorno y la mala conciencia.

Con El Villano en Asturias también hay una especie de demencia colectiva.