Xosé Manuel Beiras- XURXO GUITIÁN

Xosé Manuel Beiras: "Vox emerge porque al gran capital ya no le sirven las reglas del juego"

Virginia P. Alonso y Juan Oliver

Xosé Manuel Beiras (Santiago, 1936), fundador y exlíder del Bloque Nacionalista Galego (BNG), es la figura política, intelectual y académica más relevante de Galicia desde Castelao. Recibe a Público en su casa de Brión, cerca de Compostela, y regala dos horas de entrevista en gallego con respuestas largas y reflexivas suavizadas con una ironía tierna y cercana, que van hilando su biografía con la historia, la economía, la filosofía, la geometría, el cine, la literatura, la música... Su discurso se eleva como volutas de humo que el viento podría disipar con un soplido, pero que se asientan en un relato tan inalterable como las vistas del valle de A Mahía que se divisan desde su huerta.

En plena ola reaccionaria la izquierda española se tira los trastos a la cabeza. ¿Tiene arreglo?

Habría que analizar por qué está ocurriendo esa emergencia del fascismo, la fascistización del PP y la aparición de Vox, un partido neonazi. Este año se cumplen 90 años de El resistible ascenso de Arturo Ui [la obra de Bertold Bretch que narra el acceso al poder de un mafioso de Chicago] y de lo que vino después: la quema del Reichstag alemán de la que se culpó al Partido Comunista y la expulsión de sus diputados propuesta por los nazis y que la SPD [los socialdemócratas] votó a favor. Vox emerge porque, como entonces, al gran capital ya no le sirven las reglas del juego.

¿La situación actual en España es asimilable al ascenso de aquellos fascismos?

Hace cien años el capital monopolista de Estado estaba en el centro de la estructura económica mundial. Ahora se ha convertido en capital transnacionalizado. Cuando en España  emerge Podemos en 2015, el capital bancario responde montando un Podemos de derechas: Ciudadanos. El Banco Sabadell, ¿verdad? En 2016, ocurre la traición de la cúpula  felipista del PSOE que fuerza la abstención para que siga gobernando Rajoy, que llevaba desde 2011 encabezando una dictadura de la oligarquía disfrazada de mayoría absoluta.

¿Erró la izquierda en su análisis y respuesta a esa situación?

La izquierda rupturista surgió de la rebelión cívica de 2001, que en realidad ya había nacido en Galicia en 2002 con Nunca Máis y con la movilización contra la guerra de Irak en 2003. La ciudadanía se sentía huérfana, no sólo el proletariado industrial, también las clases trabajadoras y la pequeña burguesía.

También provocó un cambio en las alianzas de los nacionalismos y la izquierda.

Un segmento del BNG decidimos apostar por una alianza con la izquierda estatal. Después llegaron las alianzas con las mareas municipales: Galicia, Barcelona, València, Madrid, Andalucía... Y Podemos intenta catapultar esa energía para cambiar la correlación de fuerzas en las Cortes. Lo consigue en 2015, desaparece el bipartidismo e irrumpen las fuerzas nacionalistas progresistas: En Marea, Bildu, ERC...

Pero eso no se tradujo en un Gobierno de izquierdas.

No se permitió. Habíamos acordado estudiar la forma de ese Gobierno, pero el mismo día Pedro Sánchez se reunió con Albert Rivera para hacer a Patxi López presidente del Congreso a cambio de darle mayoría a la derecha en la Mesa. Lo increíble es que Felipe VII —Felipe VI fue en realidad Felipe González— recibe a Pablo Iglesias, que le dice que apoya un Gobierno de coalición con el PSOE y el apoyo del nacionalismo vasco y catalán; después a Sánchez, que le dice que está dispuesto, y después a Rajoy, que dice que
no. Aun así el monarca propone a Rajoy para montar aquella situación de impasse. A Sánchez le ordenan que se abstenga, se niega y comienza la estrategia que acabaría tras la moción de censura de 2018 en un Gobierno de coalición. Pero eso desmoviliza la rebelión cívica. No se puede estar a la vez en el Gobierno y en la calle si no tienes una red como,  por ejemplo, la del SPD a finales del XIX y principios del XX: sindicatos, casas del pueblo, organizaciones juveniles, culturales... Podemos no la tenía, no se instaló en la sociedad. Tampoco En Marea.

¿La izquierda es más débil ahora frente al fascismo que hace un siglo?

La historia avanza en espiral, y si la proyectas sobre un plano verás un círculo que parece repetirse pero que en realidad es una espiral en tres dimensiones. Ahora estamos en la  vertical de la Europa occidental de los años 20 y 30 treinta del siglo XX, con situaciones análogas en lo socioeconómico, cultural, etcétera. La diferencia es que el gran capital
ha multiplicado por millones su poder. Hace un siglo ninguna compañía trasnacional tenía más poder que un Estado. Hoy sí. Incluso más que Estados Unidos, como vimos en la crisis de 2008.

Sumar no hace mención en su programa el referéndum en Catalunya.

Sumar ya había desertado cuando era Unidas Podemos. No hablo mal de Yolanda Díaz, pero la historia es la que es. Ella y otros dos de los cinco diputados de En Marea se pasaron por el forro los estatutos que decían que la estrategia en el Congreso debía dirigirla el órgano de decisión en Galicia. Funcionaron en clave de Pablo Iglesias, no en clave de En Marea. Y con el procés se bajaron los pantalones.

¿Cómo relaciona lo que sucedió con las alianzas en Galicia con las del resto del Estado?

Hay que hacer política analizando dos sistemas de coordenadas. Uno, la estructura de clases, izquierda y derecha, y otro, nación sometida y Estado que somete. El nacionalismo gallego siempre tuvo claro que para ganar la guerra había que dar la batalla en las instituciones centrales del Estado. Teníamos muy claro el porqué de esa alianza.

¿Fue una reflexión basada en el análisis histórico del nacionalismo gallego?

El nacionalismo gallego nunca fue un nacionalismo burgués, sino democrático, republicano y popular, nacido con la revolución gallega de 1846. Un nacionalismo republicano, de siervos contra señores.

¿Esas claves históricas se pueden seguir aplicando hoy?

Los nacionalismos emancipadores son fundamentalmente de izquierdas. Un proceso de emancipación nacional en el fondo siempre es un proceso libertario. Marx y Lenin lo tenían  claro. Yo nunca hablé de nacionalismo español. El nacionalismo de un país con Estado propio y soberano es chauvinismo. Para el Estado español los vascos eran terroristas; los catalanes, fenicios con los que se podía resolver todo con dinero, y Galicia, una colonia a la que podían mandar a un virrey como Fraga. Los catalanes hicieron un Estatut  consensuado, el que se cargó el Tribunal Constitucional pese a que había sido aprobado por el Parlament, las Cortes y la ciudadanía en referéndum. Los miembros del  Constitucional tenían que estar en el trullo, procesados e inhabilitados de por vida.

¿Cómo pueden los nacionalismos plantar cara a ese chauvinismo españolista?

Quien debía plantarle cara es el Poder Judicial. No hay que encargarle el trabajo a los nacionalistas. Lo que no funciona es la Constitución.

¿No funciona la Constitución o la manera de aplicarla?

La Constitución funciona cuando se la aplica. Si no, es papel mojado.

¿Cómo deberían responder la izquierda y los nacionalismos?

La izquierda cae en la trampa de la dialéctica fascista y responde con explicaciones. Y no hay que hacerlo. No se puede razonar con una piedra, es inútil. No es cuestión de derechas o izquierdas, sino de demócratas o antidemócratas. Lo que está sobre la mesa es si sobrevive una interpretación democrática de la Constitución o si vamos hacia un franquismo sin Franco, pero peor que el de los años setenta. Entonces había un horizonte de que aquello no podía durar, se estaba descomponiendo. Y ahora no, ahora está empezando.

¿También en Europa?

También. Y la responsable es la UE. No estoy de acuerdo con la invasión de Ucrania, pero ni la ONU ni la UE han puesto coto al proceso que desde hace años ha ido cercando a  Rusia. Ojo, a Rusia, no a Putin. Todo lo que se le achaca a Putin viene de los 90, de Yeltsin. Pero eso no se refleja en los medios ni se debate en la izquierda.

¿Hay una persecución contra la intelectualidad que no suscribe el relato oficial sobre la guerra de Ucrania?

Un ejemplo: mi pareja y yo somos melómanos, estamos suscritos a canales de música clásica y somos muy admiradores de un director ruso extraordinario, Valeri Guérguiyev, que dirigía la London Simphony. Cuando estalló la guerra le exigieron que firmara un documento contra Rusia, se negó, lo cesaron y desde entonces está desaparecido y las televisiones europeas ya no programan conciertos suyos, ni siquiera los anteriores a la guerra. Esa inquisición es un peso brutal sobre la izquierda, que está equivocada: lo más importante que está ocurriendo en el mundo no está en Ucrania. Allí está lo más grave y peligroso, pero no lo más importante.

¿Y qué es lo más importante que está ocurriendo?

El fin de la hegemonía del dinosaurio norteamericano, que enfrenta la desdolarización de la economía mundial con el Nuevo Banco del Desarrollo del BRICS que preside Dilma Rouseff. En él participan Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica y países como Argentina, Colombia y Venezuela ya han manifestado interés en entrar. Si potencias de esas  dimensiones económicas y demográficas dejan de funcionar en dólares, la hegemonía de EEUU habrá terminado.

Xosé Manuel Beiras- XURXO GUITIÁN

¿La izquierda española contribuye por acción u omisión a la distorsión del relato sobre Rusia y Ucrania?

Parece como si Rusia no fuera parte de Europa o como si Crimea, que en el siglo XVIII era la puerta de entrada a Europa de turcos y otomanos, no fuera parte de Rusia. Catalina la Grande y su ministro más eficaz, Grigori Potemkin, que además era su amante, elaboraron un plan para repoblarla y taponar la entrada de los turcos. ¿Qué tiene que ver eso con la Ucrania actual? Me explico: en El acorazado Potemkin, la película de Serguéi Eisenstein de 1925, los acontecimientos tienen lugar en Odesa, la tercera ciudad de Ucrania. ¿Acaso  estaba Eisenstein rodando en el extranjero una de las películas básicas sobre la revolución soviética? Más aún: la Cantata Alexander Nevsky, de Prokófiev, fue compuesta para la película de Eisenstein de 1938 sobre Alexander Nevsky, que en el siglo XIII organizó un ejército popular contra los caballeros teutones, los cruzados. ¿Dónde sucede la apoteosis de la película? ¡En la entrada en Kiev! Hay un analfabetismo y una falta de memoria histórica tan brutal en la izquierda que a mí me da pánico.

¿Eso se traslada a las referencias ideológicas? ¿Falta solidez en el discurso intelectual de la izquierda?

Sí, desde el momento en el que el PC renunció a la lucha de clases. Como si un científico renunciase a la teoría de la atracción de los cuerpos celestes de Newton o dijese que las teorías de Einstein son una carallada. ¿Se imaginan a un físico diciendo barbaridades así? Pues hay dirigentes políticos que las dicen y no pasa nada. Hay una cobardía intelectual pasmosa, hay miedo a decir que eres socialista, marxista, anticapitalista...

¿Pero la ciudadanía está preparada para recibir ese tipo de mensajes?

El BNG empezó en Galicia en 1985 con un diputado, que era yo. En 1989 fueron seis, en 1993 pasamos a trece y en 1997 dimos el sorpasso al PSOE. Mi contribución fue decir las  cosas como ustedes dicen que la ciudadanía no está preparada para entenderlas. Eso de que el pueblo es ignorante es falso, un montaje de la derecha. Los derechos y las  libertades se conquistan, pero o se ejercen sistemáticamente o se pierden, como está pasando.

¿Lo que tenemos es una democracia plena?

Aristóteles, que no era de izquierdas, decía que la democracia no tiene que ver con la aritmética electoral, sino con el poder del demos, en el sentido de la Atenas de Pericles.  España no es un régimen democrático ni una monarquía parlamentaria. Es una monarquía constitucional.

Con la Constitución como una ‘carta otorgada’...

La carta otorgada son los estatutos de autonomía. En Galicia no podíamos aceptarla, porque reivindicamos el ejercicio de la soberanía popular de un pueblo con identidad propia y casi doscientos años de lucha cívica. Me pasé decenios siendo respetuoso con el régimen de la Constitución y del Estatuto, pero mi discurso siempre estuvo dirigido a  trascenderlo.

¿Cómo se defiende mejor esa idea: votando a la izquierda estatal o a los nacionalismos?

En las elecciones del 28M quien no sólo resistió, sino que incluso avanzó, fueron EH Bildu y el BNG, en ese eje nación sometida frente a Estado que somete.

Nota del editor: Esta entrevista es un extracto de la publicada en ‘Público’ el 2/7/23 y ha sido reproducida en esta publicación por su interés.