Ali Rhouma durante su participación en el ciclo Med Dialogues-2030 coorganizado por el IEMed, Club de Roma y Fundació "la Caixa", en Barcelona.- JORDI BELTRÁN Ali Rhouma durante su participación en el ciclo Med Dialogues-2030 coorganizado por el IEMed, Club de Roma y Fundació "la Caixa", en Barcelona.- JORDI BELTRÁN

Ali Rhouma: “Con estas temperaturas tenemos que pensar en cómo podemos producir alimentos con la agricultura de secano”

Sabe bien de lo que habla porque lo ha estudiado y porque lo ha vivido en primera persona. Desde sus...

Por Judit AlonsoPeriodista

Sabe bien de lo que habla porque lo ha estudiado y porque lo ha vivido en primera persona. Desde sus orígenes, el tunecino Ali Rhouma ha estado vinculado al campo. Sus padres son agricultores, pero él cambió la azada por el laboratorio. Este ingeniero agrícola, con más de 20 años de experiencia en el ámbito de la investigación, ha trabajado en el Ministerio de Agricultura de Túnez como director del Departamento de Investigación. Actualmente es oficial senior de proyectos en PRIMA, un programa de la Unión Europea para soluciones de investigación e innovación en la región mediterránea, de la que también es experto. A pesar de estar preocupado por los efectos catastróficos de la crisis climática, se muestra optimista con las soluciones para luchar contra la misma.

El Mediterráneo es un punto caliente de la crisis climática. El aumento de las temperaturas, la subida del nivel del mar, las sequías, los incendios forestales y las inundaciones son algunos de los principales retos que enfrenta la región. ¿Cómo afectan estas circunstancias a la agricultura y a la seguridad alimentaria de la misma? 

En el Mediterráneo tenemos cada vez más fenómenos extremos, y estos impactarán primero en los pequeños agricultores, que son los que predominan en la región. Uno de los principales retos lo marca la escasez de agua. La situación será muy difícil, porque sin agua no se puede producir nada. Este año hemos tenido un aumento de la temperatura y ahora hay un problema con la producción de alimentos como los cereales, uno de los principales cultivos de la región. La mayor parte de los alimentos del Mediterráneo, sobre todo en el sur, proviene de la agricultura de secano, que necesita agua y precipitaciones de la temporada de lluvias. Pero tenemos que pensar en cómo, con estas temperaturas y la ausencia de precipitaciones, podemos producir alimentos. Otro de los problemas es la desertificación, que se desplaza del sur hacia el norte. Tanto en el sur de España como en el de Italia ya hay regiones que sufren este fenómeno. 

Como dice, algunas de las consecuencias de la crisis climática ya se están experimentando en la región. En España tenemos el ejemplo de los cultivos de olivos. ¿Qué pueden hacer los agricultores para hacer frente a la sequía? 

El olivo es un cultivo de secano, como algunas especies frutales o como los cereales. Podemos poner en marcha sistemas de irrigación como algo complementario, pero en general, dependemos de las lluvias. Los sistemas de irrigación conllevan el uso de energía. Si recurrimos al riego para producir alimentos, primero debemos pensar en la integración de recursos, porque de lo contrario, usaremos los recursos y tendremos sobreexplotación del agua subterránea. Por ejemplo, para producir un kilo de trigo, necesitamos más de 1.200 litros de agua. Eso es muchísimo; pero además, tenemos que tener en cuenta que el ciclo de los cereales es largo. ¿Por qué no pensar en cereales de ciclo corto? Estas innovaciones son las que se deben apoyar. Tenemos que aplicar soluciones de adaptación. En la COP27 se habló mucho de la necesidad de poner en marcha medidas de adaptación, de invertir dinero en ellas, pero hasta ahora no ha sido suficiente. Esta es la prioridad ahora: aplicar soluciones de adaptación al cambio climático que sean rentables para las pequeñas explotaciones, porque estas no pueden invertir en soluciones sofisticadas. También podemos hacer frente al cambio climático cambiando la fecha de plantación o, por ejemplo, encontrando otras variedades que puedan soportar la temperatura, la sequía o la salinidad. Pero si el impacto va a ser más severo, la agroforestería [método cuyo uso de tierras permite a los árboles crecer en áreas de ganado y cultivos] podría considerarse una adaptación transformadora. Esto no es tan caro de implementar. Hay otras soluciones, como la agrofotovoltaica, que con paneles aéreos protege los cultivos de la sequía y al mismo tiempo produce energía. Otro ejemplo, la acuicultura. Tampoco tenemos que olvidar prácticas como los cultivos intercalados, las rotaciones y la agricultura regenerativa. Este es el futuro de la agricultura de secano. 

Sin embargo, las políticas actuales se centran en la mitigación del cambio climático a partir de la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero; pero dejan de lado la adaptación. ¿Cuál es el coste de esta 'inacción'? 

La adaptación no es una solución a corto plazo, sino a largo. Si seguimos como hasta ahora, el futuro se presenta complicado. Si no hacemos nada, habrá un impacto en la producción de alimentos, aumentará la desertificación, subirán los precios de las materias primas, se incrementarán los desplazamientos migratorios y los conflictos. ¿Por qué no invertimos dinero en la adaptación para evitarlo? La inacción es muy cara. ¿Por qué no aceleramos ya este proceso? 

¿Cómo pueden ayudar la ciencia y la tecnología a crear resiliencia? ¿Cómo implicar a los agricultores de la región mediterránea en este proceso? 

En Túnez, solamente entre el 0,5% y el 0,6% del presupuesto estatal se dedica a la investigación. Aunque en Europa es algo más elevado; —por ejemplo en Francia puede llegar hasta el 2%—, en los países del sur del Mediterráneo, es mínimo. La innovación es esencial porque aporta soluciones. Luego, son los gobernantes los encargados de adoptar estas soluciones para incluirlas en sus políticas. Necesitamos 'Living Labs', laboratorios de campo, en los que todos los actores involucrados participen, incluyendo los usuarios finales, la sociedad, la industria y la parte socioeconómica. Aunque hay un problema en el ecosistema de innovación: producimos mucho conocimiento, pero los resultados no son lo suficientemente maduros para replicarlos. Lamentablemente en la región mediterránea hay mucha investigación, pero tiene poco impacto en la práctica.