Vista aérea del río Paraná cuyo nivel del agua alcanzó su récord histórico durante el mes de agosto a su paso por Corrientes, en Argentina.- JUAN MABROMATA / AFP

Millones de vidas pendientes de la crisis climática

Alejandro Tena

Javier se quedó mirando la cosecha y sus dos manos bastaron para contar las hortalizas que habían logrado crecer. Alzó la cabeza hacia el cielo y no encontró ninguna respuesta; no cayó ni una sola gota. En unos meses cogerá lo poco que le queda y se marchará hacia EEUU en una caravana de miles de personas como él.

Djibrine y su familia esperan en la costa para subir al cayuco junto a medio centenar de personas. En su interior se pregunta qué le deparará el mar y, cuando el miedo asoma, aprieta los dientes porque no hay más alternativas; en la cuenca del Chad ya no quedan peces, sólo armas. Lejos de allí, la población de Niue, una pequeña isla de la Polinesia, ve con temor el futuro. Una viejita observa una casa costera y piensa que el mar la terminará engullendo. También la música, la danza y las tradiciones. Todo quedará bajo el agua. Es por eso que los más jóvenes marchan a Nueva Zelanda.

La crisis climática está presionando directamente sobre los flujos migratorios. Los desastres naturales anegan ciudades y obligan a marchar con lo puesto a miles de personas. Pero hay otras catástrofes, más ocultas y progresivas, que generan escasez, dejan sin frutas las cosechas y secan pantanos enteros. La falta de recursos naturales se agudiza y las alternativas migratorias crecen. No es una proyección a futuro, los refugiados climáticos llevan años cruzando fronteras. Durante la segunda mitad de los años noventa, según los datos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), unas 25 millones de personas se vieron forzadas a abandonar sus hogares y sus tierras debido a problemas ambientales como sequías, contaminación de las aguas o inundaciones.

Esta vista aérea muestra un baobab durante la temporada de lluvias de Senegal en Palmarin el 30 de agosto de 2021.- JOHN WESSELS / AFP

El número de migrantes ambientales ya superaba por entonces al conjunto de personas que salían de sus regiones natales por cuestiones bélicas o ideológicas.

El futuro no es mucho mejor. Las proyecciones del Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC) de la ONU no son halagüeñas. Los científicos dibujan un escenario marcado por la subida del nivel del mar y la intensificación de fenómenos extraordinarios como sequías, inundaciones y tormentas extremas que presionará de manera marcada territorios concretos si no se toman medidas inmediatas. No obstante, la concentración de CO2 en la atmósfera continúa al alza y el calentamiento del planeta está entrando en un círculo vicioso de emisiones del que cada vez es más difícil escapar: el permafrost se está descongelando y el metano que había bajo las tierras heladas ya empieza a liberarse a la atmósfera acelerando la subida global de las temperaturas. La escasez y la inhabitabilidad de territorios cada vez más inhóspitos son consecuencias directas de esta emergencia sin precedentes. Para muchos, la única salida es migrar.

Norman Myers, investigador de la Universidad de Oxford, estimaba a principios del siglo XXI que para 2050, "cuando el calentamiento de la Tierra cobre fuerza", habrá "hasta 200 millones de personas afectadas" por sequías virulentas, fenómenos monzónicos abundantes y por la subida del nivel del mar y el deshielo de las montañas. Una cifra estremecedora que, pese a ser discutida, ha sido aceptada por la OIM, organismo que calcula que, para mediados de siglo, el cambio climático habrá sido la causa del desplazamiento de una de cada 45 personas en todo el planeta. El IPCC, por su parte, exponía en su informe de 2019 que al menos 1.200 millones de personas habitaban en zonas de riesgo por la subida del nivel del mar o el deshielo de glaciares y cumbres.

¿Quién protege al refugiado climático?

Bomberos trabajan en un incendio forestal entre Navalacruz y Riofrío (Ávila), en agosto de 2021.- CÉSAR MANSO / AFP
Bomberos trabajan en un incendio forestal entre Navalacruz y Riofrío (Ávila), en agosto de 2021.- CÉSAR MANSO / AFP

La crisis climática empuja con fuerza a las poblaciones más vulnerables. Los huracanes se han convertido en fábricas de migrantes internos; los incendios forestales calcinan comarcas rurales, obligando cada año a cambiar de vida a miles de personas; y el acceso al agua, que hace mucho dejó de estar garantizado en el Sur Global, empuja hacia el norte a millones de personas cada año. Unas consecuencias migratorias, cada día más difíciles de contener, que siguen pasando desapercibidas, incluso para organismos internacionales como la ONU que trabajan intensamente en la mitigación de la crisis climática. Tanto es así que, pese a que la crisis ecológica ha desencadenado ya éxodos mediáticos como la caravana migratoria de Centroamérica en 2018, el refugiado ambiental no dispone de amparo internacional.

"Actualmente no hay ningún reconocimiento del migrante climático como refugiado", apunta Miguel Pajares, presidente de la Comisión Catalana de Ayuda al Refugiado y antropólogo social que investiga las consecuencias del cambio climático en los movimientos migratorios. "No existen leyes ni tratados internacionales que recojan esta figura, a pesar de que los Gobiernos tienen una responsabilidad clara sobre lo que les ocurre, porque los migrantes climáticos son víctimas directas de la vulneración sistemática de los tratados contra el cambio climático que las administraciones llevan haciendo los últimos 30 años", añade, para recordar que desde que se firmó el Acuerdo de París en 2015 las emisiones de CO2 han seguido al alza.

La Convención sobre el Estatuto de los Refugiados, el tratado internacional con el que se regula el derecho al asilo de los migrantes, no contempla las cuestiones ambientales entre sus fundamentos. Pese a las evidencias del impacto del cambio climático en la movilidad forzosa de las personas, organismos como ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados) todavía se oponen a elaborar un estatuto que reconozca los derechos de los refugiados climáticos y permita dar seguridad jurídica a aquellos que se ven obligados a marchar de sus hogares por su exposición a fenómenos meteorológicos adversos, puntuales o recurrentes. "Los países no tienen obligación internacional de acogerles, es como si fueran migrantes económicos a los que los Estados pueden decidir si les permiten entrar o no", explica Pajares, que reclama un cambio en el derecho internacional para situar a los migrantes ambientales al mismo nivel de quienes buscan asilo político o huyen de un conflicto armado.

La crisis ecosocial que se viene intensificando durante los últimos años no implicará un cambio abrupto en la movilidad migratoria internacional. Así lo apunta un estudio de la OIM reciente, que detalla cómo la mayor parte de los flujos se concentran en desplazamientos nacionales, de regiones rurales —donde la agricultura o la pesca es cada vez más difícil— a las grandes ciudades. Aún así, la proporción de personas que huyen de sus hogares hacia Estados más adaptados y resilientes va a incrementarse en las próximas décadas. Ante esta situación, a los Gobiernos sólo les quedan dos acciones radicales: la mitigación de la crisis climática —que choca de frente contra las políticas económicas de las grandes potencias— y el cobijo. La pregunta es si la comunidad internacional seguirá mirando hacia otra parte o si actuará para dar respaldo a quienes, habitando las tierras más expuestas a los efectos de la emergencia climática, se ven forzados a huir.

Inundación en Dakar el pasado 7 de septiembre de 2020.- SEYLLOU / AFP

GLOSARIO

IPCC: Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático. Es un organismo científico adscrito a la ONU que analiza de manera objetiva, independiente y científica los impactos de la crisis climática. Sus datos e informes reflejan el consenso científico en torno a la crisis ecosocial.

Cambio climático: es la variación global del clima de la Tierra, el cual se está calentando de manera acelerada como consecuencia de las actividades del ser humano que emiten gases de efecto invernadero.

Acuerdo de París: tratado internacional firmado por más de 180 países en 2015 por el que se comprometían a reducir las emisiones de CO² para impedir que la subida de temperaturas del planeta supere los 2ºC respecto a los niveles preindustriales.

Permafrost: es la capa de suelo que permanece congelada de manera permanente en las regiones más frías del planeta y que alberga grandes cantidades de metano. El deshielo está provocando que el metano se libere a la atmósfera y se acelere el calentamiento del planeta.

Migrante: persona que llega a una región diferente a su lugar de origen. Los motivos del desplazamiento son variados: política, conflicto armado, economía. El cambio climático incrementará el volumen de migrantes debido al impacto que este tiene en los recursos y al incremento de catástrofes meteorológicas que arrasan regiones enteras.

Refugiado climático: se denomina así a las personas que se ven forzadas a migrar como consecuencia del cambio climático: sequías, agotamiento de recursos para alimentación, lluvias torrenciales, aumento del nivel del mar... En la actualidad, no existe ningún tratado internacional que obligue a los países a dar asilo a este tipo de refugiados.

Estatuto del refugiado: acuerdo internacional firmado en la Convención de Ginebra de 1951 que define al refugiado como aquella persona que se ve obligada a emigrar de su país de origen a otro "debido a un miedo fundado de ser perseguido por razones de raza, religión, nacionalidad". Los Estados acogidos a este tratado deben dar asilo a aquellas personas que se vean forzadas a migrar por esas cuestiones.