Opinión
Una revolución para los precarios
2 de octubre de 2018
El último informe de la FAO nos ha traído datos dramáticos y desesperanzadores este septiembre de 2018: la tendencia al alza en la lucha contra el hambre en el mundo se ha roto de forma brutal en pleno siglo XXI: el hambre aumenta por tercer año y alcanza a 821 millones de personas en el planeta. En 2017, hubo 15 millones más de hambrientos/as y alcanzamos así niveles de hace diez años.
“¿Estamos retrocediendo?
No todos” Según Oxfam Internacional, 2017 fue el año que originó más multimillonarios en el mundo. El año pasado cada dos días, emergía un nuevo ricachón con una fortuna que superaba los 1.000 millones de dólares. Enhorabuena a todos/
as los afortunados, ¿pero saben que solo con los 762.000 millones de dólares en que se incrementó la riqueza de esta élite en doce meses podrían haber terminado siete veces (SIETE) con la pobreza extrema en el mundo?
“Bastantes problemas tengo en casa como para intentar resolver el hambre en el mundo”
Vale. Dejemos, pues y por un momento, la pobreza extrema del mundo y vengámonos a España, que parece un objetivo más sencillo por el que empezar a arreglar la vida de tanta gente que sobrevive en precario. Empecemos: según el sindicato Comisiones Obreras (CC OO), que presentó estos datos el pasado mes de enero, la tasa de precariedad en España se situó en 2016 en el 26,1%, doblando prácticamente el índice del conjunto de la Unión Europea (14,2%) Y subiendo.
“Junto a los precarios/as, ¿hemos recortado todos nuestro nivel de vida desde la crisis económica que empezó en 2008? Por supuesto que no”
Desde que reventó la falsedad de la bonanza ultracapitalista financiera e inmobiliaria y nos abofetearon los números reales del dinero (no) existente, en el citado 2008, en España crecían alegremente los millonarios, que en 2018 formaban ya una alegre pandilla de 224.200 personas, un 76% más que en 2008 con una fortuna global de aproximadamente 565.700 millones de euros. Chúpense esa, precarios/as. El Informe Mundial de Riqueza de la consultora Capgemini nos informaba, además, de que solo en 2017, el número de grandes patrimonios se incrementó en España un 11% respecto a 2016. Millonarios a gogó, que suman ellos y suman su fortuna cada año desde hace seis y hasta el punto de que no teníamos tantos potentados/as desde 2008.
“Las dos Españas del siglo XXI”
La brecha entre precarios y ricos está convirtiendo a las clases medias (sueldos dignos y vidas con cierta expectativa también para los/as hijos) en una especie en extinción. La España de los precarios y los ricos amenaza con partir a nuestro país en dos. Dentro de la España precaria, además, como vamos detallando en las páginas de este especial, existen varios subgrupos (o subEspañas) capitaneadas, sin duda, por los/as precarios laborales, los más numerosos. Gente que vive para trabajar en vez de trabajar para vivir, además, sin garantizarse una vida digna. Aunque todos ellos/as han llevado ya al refranero popular una expresión muy resignada: “¡Y gracias…!”.
Por ejemplo, los jóvenes, líderes de la España precaria y del empleo temporal, pronuncian ese “¡Y gracias…!” por este conjunto de privilegios de los que gozan hoy y que ha recogido UGT en su informe Lo que no sabías sobre precariedad laboral y que se resume en las consecuencias que trae la temporalidad, la gangrena del futuro de las precarias nuevas generaciones y el mandamiento primero de las empresas. Nuestros chicos/as ejercen trabajos con salarios mínimos y horarios interminables de los que entran y salen, lo que les impide estabilizarse, promocionarse, formarse y, en definitiva, lo que les invita a marcharse de España.
“Siempre nos cuentan lo mismo, pero los precarios/as seguimos siendo los grandes olvidados de este país”
Sí, siempre les contamos lo mismo: datos deprimentes, compromisos políticos cortoplacistas y coyunturales que, en muchos casos, ni llegan a cumplirse por la difícil situación política; poca voluntad de entrar a fondo en los cimientos de un sistema que no funciona (para el precariado)… Los/as precarios necesitan su revolución conjunta, el cambio estructural del sistema, y han de hacerlos unidos desde todos los sectores tocados: pensionistas, temporales, jóvenes, explotados (esclavos —y sobre todo, esclavas— en muchos casos), parados/as de larga duración o usuarios y profesionales de los servicios públicos más castigados (educación, sanidad o dependencia). La precariedad es la antesala de pobreza y la pobreza supone la pérdida de la libertad del individuo. Nuestro objetivo es luchar por llenar las instituciones de responsables públicos que no trabajen “para hacer más ricos a los ricos”, sino “para hacer menos pobres a los pobres”, hasta que dejen de serlo. Hagan caso a José Luis Sampedro y unan fuerzas, porque les falta su revolución