Víznar: el preludio del holocausto que revolotea el fantasma errante de Lorca
La excavación arqueológica recupera hasta ahora a 26 asesinados por los golpistas en una zona con centenares de víctimas documentadas con nombres y apellidos
“Después, los ruiseñores, ruidosos como ranas, reanudaban sus cantos”, escribe Gerald Brenan. Las balas silencian a los pájaros. El hispanista viaja a Granada en 1949 y ahí conoce el eco de las matanzas golpistas. Un relato en el que resuenan las fosas del barranco de Víznar, donde un equipo arqueológico ya ha recuperado 26 víctimas del franquismo. Y una historia sobre la que revolotea, siempre, el fantasma errante del poeta Federico García Lorca.
De la tierra emergen un reloj de bolsillo, un bote con medicina o una cuchara. Y botones, zapatos, un peine, monedas, un casquillo de fusil Mauser... hasta prótesis dentales y boquillas para pipa. La cultura material pone vida a los huesos. Los objetos cuentan, advierten, personalizan. Abren una puerta del tiempo por la que asoma el rumor de un impulso cotidiano apagado a balazos.
Un equipo interdisciplinar de la Universidad de Granada (UGR) trabaja en el barranco de Víznar. En la zona hay identificadas con nombres y apellidos un mínimo de 200 víctimas, según la investigación de la Asociación Granadina de Recuperación de la Memoria Histórica (AGRMH).
La primera fase de la excavación —de abril a junio de 2021— exhuma ocho cuerpos y localiza varias tumbas ilegales, según el informe científico preliminar, al que ha tenido acceso Público. La segunda campaña —arranca en abril de 2022— ya suma los restos óseos de otras 18 personas.
Y continúa la tarea, que espera alcanzar en septiembre una cifra lindante con el centenar de víctimas rescatadas. El proyecto avanza desde el impulso del Ministerio de la Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática y el convenio firmado entre la Junta de Andalucía y la UGR, además de la colaboración del propio Ayuntamiento de Víznar.
De Lorca al holocausto nazi
Granada es una ciudad sin guerra. Pero asume, junto a su provincia, miles de asesinados desde el 20 de julio del 36. Al menos 11.388 personas, muertas a tiros y arrojadas en 110 fosas comunes, según el Mapa de Fosas de Andalucía. Casi una cuarta parte del rastro mortal que deja en la región el genocidio fundacional de la dictadura de Francisco Franco, una carnicería comandada en el sur por el criminal de guerra Gonzalo Queipo de Llano.
El investigador Agustín Penón define los episodios vividos entre el Barranco de Víznar y la Fuente Grande de Alfacar como “un preludio de los campos de exterminio nazi de Auschwitz”. Una suerte de preámbulo del holocausto. Un ensayo de la violencia extrema ejecutada contra el adversario ideológico.
La cartografía del terror marca además una X en ese espacio con el asesinato e “hipotético” enterramiento del universal poeta Federico García Lorca. “Lorca eran todos”, reza la leyenda. Todos los nombres, todos los muertos. Y todas las páginas de la impunidad interminable.
Por ahí está tirado, se supone. En algún lugar entre Víznar y Alfacar. En algún paraje de los pueblos que desde entonces revolotea el fantasma de Lorca. Las diferentes búsquedas han dado siempre resultados negativos. Nunca aparece el cadáver del poeta ni el de sus teóricos acompañantes en la fosa, el maestro republicano Dióscoro Galindo y los banderilleros anarquistas Francisco Galadí y Joaquín Arcollas.
El espectro lorquiano no está en el barranco. “Las fosas del barranco de Víznar no son la fosa de Lorca sino la fosa de miles de granadinos”, escribe el equipo de la Universidad de Granada en la memoria preliminar del proceso arqueológico. “Granada en guerra fue escenario de terror institucionalizado como instrumento de dominación política, de aniquilación del adversario, y como táctica macabra para vencer la resistencia de los afectos a la legitimidad republicana”, especifica el grupo interdisciplinar.
Toda una “orgía de sangre” que tiñe la España “bajo el control de los sublevados”. La galopada terrorista que desencadena el fascismo y que estalla sobre las cabezas de miles de granadinos. “Posiblemente nunca sepamos la cifra exacta de los fusilados y eliminados en multitud de lugares de enterramientos”, sostiene el texto.
Una cartografía del terror con decenas de sepulturas perdidas. “Miles de granadinos anónimos que nunca podrán ser reclamados por sus familiares porque ignoran dónde descansan sus restos ni se atrevieron a investigar aquellos hechos”, continúa. Un mapa que atrapa para siempre a miles de desaparecidos forzados. Las historias silenciadas, sometidas al olvido.
"¡Rojilla!", gritan los niños
“El día que se lo llevaron, el día que dijeron que ya no estaba en la cárcel y ya sabían que... Y ese día me acuerdo yo de verlos a mis padres por la cocina, para acá y para allá, gritando, llorando. Eso, eso se me ha quedado a mí y parece que lo estoy viendo”, cuenta Trinidad García Esteban, sobre el secuestro y asesinato de su hermano.
“Y luego mi madre, vamos, mi madre fue, toda la vida ya... una persona amargada. Yo no la he visto reír en toda su vida”, añade en las entrevistas de la Asociación Granadina para la Recuperación de la Memoria Histórica recopiladas en el informe Cuestiones sociológicas sobre el proyecto Barranco de Víznar. Lugar de Memoria, elaborado por Francisco Carrión Jiménez.
El dolor, transmitido también entre generaciones. “Si es que mi madre toda su vida ha estado en lo mismo, es que no se le ha ido de la cabeza ni un minuto, y era siempre, todo acababa en lo mismo”, apunta Teresa. Y el señalamiento, extendido al uso diario. “Los otros chiquillos decían: ¡Rojilla, rojilla! Y yo les tiraba a los pelos”, continúa. La calle convertida en altavoz del escarmiento a los disidentes, a quienes no secundan la conspiración golpista.
“La primera referencia que tuve de manera clara y directa por boca de mi abuela fue en unas navidades en las que, no sé si estaban dando un documental en aquel momento sobre Lorca en televisión, y mi abuelo se puso a llorar”, arranca Ignacio Fano Domínguez en los testimonios recabados por la AGRMH. “Seguramente tu bisabuelo esté enterrado junto a Lorca”, escucha.
La correa del desconsuelo que pasa de la tragedia vital al discurso cotidiano. “No se podía mencionar nada. Mi familia se llegó incluso... no podíamos pedir beca. Mi padre tenía miedo de que pidiésemos beca porque se podía ver el apellido. Tenía miedo de todo”, según Ángela Fernández Raya.
“Porque también, otra de las cosas que mi abuela siempre decía era que ella ya nunca pudo, en toda su vida, pudo ir a un cementerio. Ella como que quería olvidar eso. Le dolía tanto, era tanto el dolor, que no podía ni pensar en ir ni que le contaran”, amplía el testimonio de Encarnación-África Santaella.
“En mi casa no se hablaba de nada de eso. Yo me imagino que era sencillamente una forma de mis padres de proteger a sus hijos. Habían pasado tanto... una persona que le matan al padre, a dos hermanos. Mi padre jamás, nunca, habló de esto. Nunca. Nunca”, deja el relato de Emilio Gómez Muñoz. “Mi padre se murió el hombre con esa pena”.
La tierra está hablando
La apertura de las fosas del barranco de Víznar confirma el relato del terror golpista. Que allí están las personas asesinadas. Por cientos. Que la tierra está hablando. Que certifica la comisión de crímenes de lesa humanidad. Y que cuenta sin reparos sobre la trascendencia histórica de una realidad que duerme a un puñado de kilómetros de la capital granadina.
Las evidencias de muerte violenta aparecen, repitiendo patrones: proyectiles asociados a los cuerpos, cráneos perforados a balazos, huesos rotos a golpes. Y las víctimas enterradas sobre el suelo vivo, apenas tiradas sobre el piso abrupto de las estribaciones occidentales de la Sierra de la Alfaguara y el Parque Natural Sierra de Huétor.
La campaña inaugural de excavación practica dos grandes sondeos el año pasado. El primero tiene dos fosas con tres cuerpos en cada espacio funerario. Un esqueleto es femenino. El segundo tanteo localiza seis tumbas colectivas. De una sepultura exhuman a dos individuos masculinos y las demás quedan documentadas para futuros trabajos.
A aquellas ocho primeras víctimas exhumadas se añaden otros grupos en la segunda fase, con un total de 26 hasta mediados de junio. La intervención avanza y el número de represaliados crece. El equipo técnico espera alcanzar una cifra cercana al centenar a la conclusión de este proyecto el próximo mes de septiembre. Los datos arqueológicos y antropológicos recogidos en campo y en laboratorio corroboran los datos testimoniales y documentales que atestiguan la existencia de las fosas comunes clandestinas en el barranco de Víznar.
Aunque algunos enterramientos clandestinos ya confirmados presentan alteraciones en niveles superiores por procesos naturales, intervenciones arqueológicas (entre 2013 y 2014) y obras de “memoralización” ejecutadas en la zona, como confirma el equipo de la Universidad de Granada. Como en el Sondeo 1, donde aparece una enorme cruz, medio oculta entre vegetación y aportes sedimentarios posteriores, formada por una acumulación de piedras de gran tamaño y ornamentada con flores de plástico y otros elementos.
Las dos primeras fosas intervenidas presentan una morfología alargada en forma de zanja y con escasa profundidad. Los depósitos trabajados no muestran ningún indicio de tratamiento funerario ni el uso de algún tipo de receptáculo para los cadáveres. La ubicación desconocida y aleatoria de estos enterramientos comunes simultáneos originales certifica la voluntad de ocultación de los restos óseos humanos que corresponden a víctimas de la represión franquista, según el informe preliminar del proyecto.
“La peor cara de nuestra historia”
“Es un deber moral honrar a las víctimas y sus familias, ya que sin memoria no hay concordia”, destaca el secretario de Estado de Memoria Democrática del Gobierno de España, Fernando Martínez en la rueda de prensa de presentación del convenio específico —con una financiación prevista de 150.000 euros— suscrito entre la consejería de Cultura y Patrimonio Histórico de la Junta de Andalucía y la Universidad de Granada.
Una de las víctimas del franquismo es el que fuera rector de la Universidad de Granada, Salvador Vila. “Resulta fundamental conocer la peor cara de nuestra historia para no volver a repetirla”, subraya en el mismo acto la actual rectora, Pilar Aranda, que destaca “el firme compromiso de la institución con la memoria democrática”.
“Seguir en esta línea nos ayuda a colaborar con el estudiantado y a adquirir software específico junto a las universidades para optimizar las exhumaciones y los estudios”, remarca por su parte el comisionado para la Concordia de la Junta andaluza, Francisco Javier Arroyo. La Universidad de Granada desarrolla los trabajos de exhumación e individualización de los cuerpos, por este convenio, además del estudio antropológico de los restos óseos recuperados y los trabajos vinculados a la identificación genética.
El trabajo de campo enfrenta los tres enclaves que componen “el núcleo más importante de fosas del barranco” para localizar “al mayor número de víctimas posible”, en palabras del profesor del Departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Granada, Francisco Carrión Méndez, tras la presentación en rueda de prensa del convenio suscrito para llevar a cabo estas actuaciones.
La previsión cita entre 15 y 20 nuevas tumbas ilegales a intervenir. Aunque la tarea “intensiva” dependerá de las dificultades que ofrezca el terreno. La primera fase exhumó “solo a ocho personas con los recursos económicos con los que se contaba”, en quienes ya se ha completado el estudio antropológico forense y tomado muestras para la identificación de ADN. Un material genético que debe quedar comparado con las cerca de 70 familias que reivindican la localización de sus seres queridos. “Son a ellos a los que nos debemos, que llevan tantos años reivindicando la búsqueda de sus seres queridos”, relata el investigador.