Castillo de la isla de Cabrera a la entrada de la bahía. Fotografía: Tommie Hansen/ CC BY 2.0

Las desconocidas islas de Cabrera y Dragonera

Mallorca esconde dos paraísos que no todos los viajeros tienen en cuenta, pero que cuando se visitan jamás se olvidan: las islas de Cabrera y Dragonera. Ambas son espacios naturales de especial protección y disponen de rutas señalizadas que resultan perfectas para el paseo, calas que invitan al baño y una costa idílica para los amantes del buceo.

Declarado como tal en 1991, el Parque Nacional Marítimo Terrestre del archipiélago de Cabrera, está formado por la isla homónima y 18 islotes. Cabrera posee, además de su riqueza natural, una historia única, que convierten sus 15 kilómetros cuadrados en un destino tan hermoso como atractivo. Tanto es así que, nada más arribar a su puerto, nos recibe el majestuoso castillo que en el siglo XIV ya vigilaba su costa de los ataques de los piratas.

A escasa distancia, se encuentra el Pla de ses Figueres, un conjunto arqueológico formado por la factoría de salazones, la necrópolis bizantina y taller de púrpura, y las barracas de los prisioneros napoleónicos. Y es que este paraje paradisíaco sirvió de prisión para unos 9.000 soldados de los 18.000 que fueron capturados tras la victoria de la batalla de Bailén, durante la guerra de la Independencia Española. Los prisioneros permanecieron aquí hasta que se firmó el Tratado de Paz en 1814, momento en el que fueron reclamados por Francia. En las exposiciones del Museo de Cabrera, ubicado en la bodega de Can Feliu, se relata aquella y otras historias de la isla, así como se ofrece información sobre su etnografía y medio natural.

Sa Cova Blava en la isla de Cabrera. Fotografía: Flickr/Iñaki Pérez de Albéniz CC BY 2.0

Además de los recorridos señalizados que se pueden hacer por el parque, los buceadores encuentran un auténtico vergel en este lugar, gracias a sus acantilados submarinos, cuevas sumergidas y la mítica Cova Blava, de 20 metros de profundidad.

Solo es posible llegar a Cabrera en barco, pero eso no supone ningún problema, pues además de hacerlo en uno propio o de alquiler, son varias las empresas que prestan tal servicio y organizan excursiones que permiten conocer la isla durante unas cuatro o cinco horas. Para aquellos que naveguen con sus propios medios, han de tener en cuenta que solo se permite el fondeo de un máximo de 50 embarcaciones al día, por lo que se requiere solicitar la autorización pertinente a la Administración del Parque Nacional por vía telemática.

Todavía menos conocido que el archipiélago de Cabrera es el Parque Natural de sa Dragonera, declarado como tal en 1995 y constituido por la isla homónima y los islotes de es Pataleu, sa Mitjana y el pequeño conjunto formado por els Calafats. Se encuentra a unos 800 metros de la costa de Andratx, y se puede llegar a él a través de las embarcaciones que salen diariamente desde el puerto de Andratx y de Sant Elm. En el supuesto de acercarnos en nuestro propio barco, habremos de solicitar permiso al organismo gestor del parque: el Consell de Mallorca, al igual que para practicar el buceo en los espacios naturales protegidos.

Si tenemos en cuenta que, geológicamente, Dragonera es una prolongación del extremo oeste de la Serra de Tramuntana resulta fácil comprender el valor de esta pequeña isla de cuatro kilómetros de largo y unos 700 metros de ancho, y cuyo pico más alto alcanza los 360 metros de altitud. Algunos creen que su contorno morfológico dio lugar a su nombre, pero los eruditos consideran que proviene del vocablo latino Traco-traconis, que hace referencia a una hendidura de agua dulce que se encuentra en una de sus cuevas.

Isla de Dragonera. Fotografía: Flickr/Christophe Strässler CC BY-SA 2.0

La visita a Dragonera comienza en el puerto de cala Lladó, donde se ubica el centro de visitantes, el museo y la vivienda de los guardas. Lladó constituye el punto de partida de los cuatro itinerarios señalizados que es posible realizar en la isla: la ruta del Far de Llebeig (4,5 kilómetros) con el faro y la torre de Llebeig, levantada para evitar que los piratas arribaran a la cala del mismo nombre; la ruta de na Pòpia (3,8 kilómetros), con los restos del Far Vell; la ruta de na Miranda (1,2 kilómetros), un paseo de 15 minutos hasta el mirador de igual nombre; y la ruta del Far de Tramuntana (1,7 kilómetros), que acoge un centro de interpretación sobre los faros de la isla.

A su alrededor, las 912 hectáreas de la reserva marina del Freu de sa Dragonera, con sus praderas de Posidonia oceanica, terminan de configurar uno de los tesoros naturales más bellos que es posible conocer en Mallorca y que, junto con Cabrera, constituyen dos de las joyas naturales imprescindibles de la geografía española.

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