Opinión
Cruceros por el Mediterráneo
6 de enero de 2024
Cuando se entra en la página de Costa Cruceros y se selecciona la opción "Mediterráneo Occidental", aparecen cien opciones de crucero con todo incluido. Se pueden visitar ciudades como Barcelona, Cagliari, Nápoles, Roma, Génova, Palermo, Palma, Valencia, Marsella o Nápoles, entre otras. Si se prefiere una ruta por el Mediterráneo Oriental, los trayectos pasan por Bari, Trieste, Kotor, Dubrovnik, Creta, Santorini, Mykonos, Estambul, Rodas o Zadar, entre otras. Si el viajero es caluroso de más y no le apetece el jolgorio que caracteriza la costa mediterránea, puede optar por un crucero por el norte de Europa y disfrutar de la magnificencia de los fiordos noruegos; y si quiere algo fuera de lo común, puede decantarse por un crucero por Emiratos Árabes y Dubai o por el Caribe. Las opciones, evidentemente, no terminan aquí y, en este tipo de turismo, las ciudades se pueden intercambiar y colocar al gusto, como si fuesen piezas de Lego. Combinaciones casi infinitas para unas vacaciones de lujo a bordo de embarcaciones que no escatiman en gastos a la hora de complacer a su clientela.
Este tipo de recreo, sin embargo, constituye una de las maneras más nocivas de hacer turismo y una amenaza directa al planeta y a las ciudades donde estos grandes buques hacen parada. Y el mar Mediterráneo, uno de los más populares para este tipo de travesías, no es una excepción. Según Transport & Environment (T&E), "a pesar de la introducción de un nuevo límite máximo de azufre en el combustible de los barcos, establecido por la Organización Marítima Internacional (OMI), en vigor desde en 2020, el año pasado [en referencia a 2022] los 218 cruceros europeos emitieron la misma cantidad de óxidos de azufre (SOx) que 1.000 millones de coches".
Xavier Querol, investigador jefe del grupo EGAR del IDAEA-CSIC y especialista en contaminación atmosférica, residuos y geoquímica aplicada, asegura que en una ciudad como Barcelona, los buques, tanto los de mercancías como los de cruceros, aportan entre un 11% y 12% de las partículas contaminantes que respira la ciudadanía. El tránsito rodado aporta un 30%. "Entre el 13% y el 15% de óxido de nitrógeno que respiramos en Barcelona procede de los barcos. Cuando hablamos de partículas ultrafinas [partículas en suspensión en el aire de menos de 0,1 micrones de diámetro], la contribución es de un 20%, aproximadamente. Estas partículas ultrafinas son las que llegan a los alvéolos pulmonares y de allí pueden pasar a la sangre", explica Querol.
Fuel oil, un combustible barato y extremadamente contaminante
Los cruceros tienen una huella de carbono por persona y kilómetro superior a la de los aviones porque el combustible usado por este tipo de embarcaciones, el fuel oil, contiene más azufre que el diésel que usan los vehículos de transporte terrestre; por lo que lo convierte en el combustible más contaminante de todos. De hecho, el fuel oil está prohibido en los vehículos terrestres, pero no en los marítimos. "Si el transporte marítimo, en términos generales, ha tenido y tiene una gran contribución a la globalización es precisamente por el uso de este tipo de combustible, que se vende a un precio bajísimo porque su calidad es muy baja. Además, la legislación respecto a este combustible está regida por el Convenio Marpol, que es de ámbito internacional, lo que dificulta llegar a acuerdos". Es importante destacar que el fuel oil contiene vanadio y níquel y como señala Querol, "durante el confinamiento por la pandemia, el vanadio y el níquel se redujeron prácticamente a cero, pero los barcos de mercancías continuaban llegando a Port de Barcelona. Lo que sí se paró del todo fue el turismo de cruceros. Cuando se reactivó la llegada de estos, en 2021, los niveles de vanadio y de níquel volvieron a subir. Esto significa que por lo que respecta a las emisiones del puerto, los buques de mercancías contaminan muchísimo menos que los de cruceros. Es fácil de entender: en pleno julio, los barcos de cruceros tienen que tener encendido el aire acondicionado en todas las estancias: camarotes, salas de estar, comedores, pasillos, etcétera. Esto no es así en los barcos de mercancías, donde solo hay aire acondicionado en las habitaciones de la tripulación", explica el científico. Además de la contaminación atmosférica, Xavier Querol insiste en que no hay que olvidar la formación de ozono.
Según un estudio de Transport & Environment publicado en junio de 2022, "Barcelona fue el puerto más contaminado de Europa el año pasado [2022], seguido de Civitavecchia, puerto al noroeste de Roma, y el puerto ateniense de El Pireo. En Barcelona, los cruceros emitieron casi tres veces más SOx que todos los coches de la ciudad […] Sin embargo, eso no impidió que Italia superara a España como el país más contaminado por cruceros de Europa. Aunque el Mediterráneo se lleva la peor parte del deterioro por la contaminación por cruceros, Noruega ocupó el cuarto lugar de la clasificación e incluso registró el mayor tráfico de cruceros de todos los países, aunque con buques más pequeños".
El caso de Barcelona no es único y los problemas que acarrea la ciudad condal a causa de este tipo de turismo, contaminante, invasivo y nocivo, son compartidos por otras ciudades como Málaga, Valencia, Palma de Mallorca, en España; y por lugares como Dubrovnik (Croacia), Kotor (Montenegro), Marsella (Francia), Venecia (Italia) o las islas griegas. Cada ciudad tiene su idiosincrasia, pero todas adolecen de prácticamente lo mismo: el turismo de cruceros provoca contaminación atmosférica, acuática y acústica, y masifica las ciudades.