Opinión
El Mediterráneo y el turismo insostenible, valga la redundancia
6 de enero de 2024
"Si acaso, sostendría que el cambio climático es una oportunidad para ampliar nuestra temporada turística", Kyriakos Mitsotakis, Primer Ministro de Grecia.
El 42% de los griegos, el 40% de los croatas, el 40% de los chipriotas, el 33% de los italianos y el 25% de los españoles no tienen dinero para irse una semana al año de vacaciones, según Eurostat. Mientras tanto, las playas de sus países son el destino de cada vez más turistas extranjeros. El sur de Europa es el destino preferido de los ciudadanos del norte. Pero no se trata solo de buen tiempo y playas bonitas. Es un fenómeno bastante más complejo que tiene que ver con el diseño del modelo productivo europeo. La división continental del trabajo ha concentrado la industria europea en Alemania y sus países satélite —Austria, norte de Italia, Polonia o Finlandia, entre otros— mediante la desindustrialización de extensas áreas del sur de Europa. Así, las economías del norte se han especializado en la fabricación de bienes de alta calidad y en la concentración de capital en Alemania. Ello ha obligado y obliga al sur a la especialización en productos agrícolas y servicios turísticos.
Agustín Cocola Gant, investigador de la Universidad de Lisboa, asegura que la especialización turística responde a una constante histórica que se remonta a hace más de un siglo: "Es un proceso histórico de décadas, que se ha reforzado mucho con la última crisis financiera post 2008". Cocola sostiene que, después de cada crisis, el turismo es presentado como la solución a los problemas económicos; pero es precisamente la dependencia del turismo la que crea mayor desigualdad, precariedad y procesos de gentrificación.
En el Mediterráneo, esto se ve de manera clara; y Barcelona es un buen ejemplo, en tanto que se ha convertido en un referente mundial después de tres profundas crisis financieras: la crisis de los años 70, la de los 90 y la de 2008. "Para atraer turistas, después de cada una de esas crisis se adoptaron leyes para liberalizar la gobernanza urbana, lo que implicó la precarización de la vida de sus habitantes", explica Cocola.
Esto no ocurrió solo en Barcelona. El crack de 2008 profundizó las diferencias entre el norte y el sur de Europa. Durante el periodo de la austeridad impuesta, Portugal, Grecia y España experimentaron un crecimiento turístico inversamente proporcional a los recortes que sufrían los salarios, las pensiones y el bienestar de su ciudadanía. Dicho de otra manera, el sur de Europa no es más pobre que el norte "a pesar del turismo" sino, en gran medida, por culpa del modelo turístico.
El actual patrón turístico característico del Mediterráneo, de sol y playa, es insostenible por definición. El activista vecinal de Ciutat Vella, en Barcelona, Daniel Pardo, es tajante: "Lo que entendemos por turismo a día de hoy es una versión tan extrema de lo que era viajar, y se ha extendido a un volumen de gente tan amplio, que en sí mismo no es sostenible. Si pensáramos que toda la población mundial debe poder hacer turismo, el único modelo sostenible sería viajar al pueblo de al lado un par de semanas al año".
Numerosos estudios científicos elevan el impacto de forma considerable. Una de las investigaciones más extensas hasta la fecha, publicada por la revista Nature hace diez años pero citada a menudo por publicaciones actuales, constató que entre 2009 y 2013, la huella de carbono mundial del turismo aumentó de 3,9 a 4,5 GtCO2e. Los autores dicen que es "cuatro veces más de lo que se creía anteriormente, lo que representa alrededor del 8% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero". La revista de viajes Skift financió en 2019 una investigación en 25 países que atribuía al turismo el 11% de las emisiones de gases de efecto invernadero. La Organización Mundial del Turismo (OMT) prevé que las emisiones del turismo internacional correspondientes al transporte hayan crecido un 45% entre 2016 y 2030.
La propia OMT reconoce que su actividad contribuye en gran medida a la emisión de gases de efecto invernadero, una de las causas del calentamiento global. Esta agencia ejecutiva del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) estima que las emisiones de CO2 del turismo correspondientes al transporte representan el 22% del total de las emisiones del transporte global. En el mismo estudio, de 2021, se establece que el turismo representa el 5% del total de las emisiones antropogénicas.
Pero el impacto ambiental del turismo no se termina con los viajes. El director del Instituto Tecnológico de Canarias, Gonzalo Piernavieja, sostiene que, en Canarias, un turista medio consume 2,5 veces más agua y energía que un residente. La industria turística ofrece a menudo actividades o servicios que no se corresponden con el clima local. Es habitual que en áreas secas donde la lluvia no es común haya hoteles con piscina o jardines con riego. Además, el consumo en los restaurantes o las lavanderías de los mismos suponen un gasto mucho mayor que el consumo doméstico de la ciudadanía.
Cocola asegura que, además, es un despilfarro financiado tanto directa como indirectamente por dinero público: "Siempre hay una transferencia de fondos públicos a empresas que son transnacionales. Para que la industria turística sea rentable requiere, por ejemplo, subvencionar aerolíneas para que aterricen en ciertos aeropuertos, o dar facilidades para que los cruceros lleguen a ciertos lugares con la infraestructura ya creada. Tanto los aeropuertos como las terminales de cruceros, normalmente, se pagan con dinero público".
Los movimientos contra el modelo de turismo actual en los países con costa mediterránea denuncian que esa inversión pública no retorna a la sociedad. "Es evidente que la industria turística mueve mucho dinero y genera muchos beneficios. Pero no lo redistribuye, o lo redistribuye fatal, de una manera muy desigual", lamenta Pardo. Además, este veterano activista cree que el discurso sobre los beneficios del turismo es tramposo: "Hay una parte enorme de los gastos estructurales necesarios para esa actividad que el sector privado ignora y que el sector público tiene que asumir, o en todo caso asume en la práctica, como la limpieza y mantenimiento de la ciudad la seguridad, el transporte público, etcétera".
Es una realidad que el sector público subvenciona al turismo de manera directa y también indirecta. "Pongamos como ejemplo el modelo clásico del resort turístico. Un promotor llegaba a un lugar que consideraba adecuado, urbanizaba, creaba toda la infraestructura, carreteras, contrataba seguridad, etcétera, y hacía negocio en base a esa inversión". En el sur de Europa, cada vez más, las ciudades son el nuevo resort. "Ahora el empresario llega y ya tiene toda la infraestructura hecha, no tiene que pagar nada por ella", concluye Pardo.
Este es el modelo turístico que predomina en la costa mediterránea; un turismo que parquetematiza las ciudades, destruye ecosistemas y contamina; un turismo que expulsa a la ciudadanía de unos barrios cada vez más adaptados a las demandas de los turistas y que los hace inhabitables.
¿Cambios en los patrones turísticos en el mediterráneo?
El cambio climático podría alterar las dinámicas que hemos visto hasta ahora. Con el aumento de las temperaturas —según el servicio meteorológico de Copernicus este 2023 se ha vivido el verano más caluroso en la cuenca mediterránea desde que hay registros— puede que los flujos turísticos empiecen a cambiar. Sin ir más lejos, durante el pasado mes de septiembre, en Reino Unido se produjo una ola de calor sin precedentes y se alcanzaron máximas de hasta 32 ºC. Las imágenes de la playa de Brighton, en el sur del país, abarrotada de personas, indican que en un futuro no muy lejano los turistas británicos podrían preferir quedarse en su país antes que visitar la costa de los países mediterráneos, donde las altas temperaturas hacen el descanso casi imposible. De hecho, en julio de 2022, en Reino Unido se llegaron a alcanzar los 40 ºC. Ante este escenario, no es descabellado pensar que podríamos estar ante el fin de una era, en lo que a las tendencias turísticas respecta. Si bien España continúa siendo el primer destino en intención de viaje para la ciudadanía de Alemania, Reino Unido, Francia o Países Bajos. El cambio climático no es una amenaza, sino una realidad, y en el Mediterráneo no es una excepción. ¿Podrían las altas temperaturas del sur del Mediterráneo provocar un cambio en la elección de destino de los turistas europeos? Evitar el calor extremo ya no parece una elección, sino una necesidad. ¿Cambiará el calentamiento global los patrones de turismo a medio plazo en el Mediterráneo?