La obesidad en niños y adolescentes, una crisis mundial de salud

Dres. Carlos Sala y Almudena NavarroJefe y endocrinóloga pediátrica de la Unidad de Obesidad Adolescente del Hospital Quirónsalud Valencia

 La obesidad en niños y adolescentes no es ni mucho menos un mero problema estético, sino que ya ha alcanzado niveles de crisis mundial de salud con graves consecuencias para la vida de los menores y de los adultos que serán un día.

Es la dramática conclusión del mayor estudio realizado nunca a nivel internacional por la Organización Mundial de la Salud (OMS), en el que se analizaron el peso y la talla de 31,5 millones de personas de entre 5 y 19 años de edad. La investigación, que se publicó en 2017 en la revista científica The Lancet, analizó también la evolución de la obesidad entre 1975 y 2016, descubriendo que el número de casos se había multiplicado por diez.

En España se estima que un 14 % de la población infantil y adolescente sufre obesidad y un 27 % presenta sobrepeso, lo que supone un claro factor de riesgo para llegar a ser obeso. Además, hay dos picos de incidencia: uno sobre los 5 años, relacionado con el rebote adiposo; y otro al inicio de la adolescencia, a partir de los 11-12 años. Este último es preocupante puesto que si no se toman medidas en ese momento hay un riesgo incrementado de continuar con obesidad en la etapa adulta.

Y si la tendencia actual no varía, toda una generación de niños y adolescentes crecerá con la carga de la obesidad. De hecho, según diversos estudios, tres de cada cuatro niños y adolescentes obesos lo serán también en la vida adulta. Esto significa que tendrán mayor predisposición a sufrir enfermedades graves como cardiopatías, artritis degenerativa, ictus y varias formas de cáncer.

Enfermedades del adolescente obeso

Pero no hay que esperar a que sean mayores para que se resienta su salud. En la diabetes tipo 2 del adolescente obeso, las células beta del páncreas se consumen cuatro veces más rápido que en un adulto, lo que ocasiona lesiones en el riñón, la retina y los nervios periféricos de forma más precoz a los cinco años de su inicio

Además, un tercio de los adolescentes obesos presentan síndrome de apnea del sueño y un mayor riesgo de sufrir un cáncer de colon, mama u ovario cuando llegan a la edad adulta, lo que dibuja un inquietante panorama.

Pese al alcance y gravedad de la prevalencia de la obesidad infantil y adolescente, por supuesto que tiene solución, aunque no una única solución. Debemos tener en cuenta que se trata de un problema de salud con múltiples causas que, del mismo modo, deben ser tratadas una a una, aunque desde una perspectiva global.

 

Las causas de la obesidad y su cura

En efecto, detrás de un menor obeso (y esto vale también para los adultos) lo habitual es que haya problemas dietéticos, con una alimentación poco saludable a base de productos altos en grasas, comida basura y bollería industrial; psicológicos, con cuadros de ansiedad o depresión -muchas veces ocasionados por la propia obesidad-, que frecuentemente se intentan compensar recurriendo a una ingesta desordenada de alimentos; y de sedentarismo, con escasa o nula actividad física. Todo ello demuestra que solo abordando los tres frentes se puede conseguir un peso normalizado para la edad y la talla y, lo que es el objetivo fundamental, mejorar su salud reduciendo el riesgo de las enfermedades asociadas.

Eso es justamente lo que se hace en la Unidad de Obesidad Adolescente de nuestro hospital, la primera de la sanidad privada de la Comunidad Valenciana, donde los pacientes son tratados desde una óptica multidisciplinar y coordinada por nutricionistas, psicólogos y especialistas en medicina deportiva que trabajan conjuntamente para conseguir que el adolescente obeso cambie paulatinamente todos esos hábitos que le han conducido a la obesidad.

Cirugía como último recurso

¿Y qué pasa cuando todo falla? Este tratamiento multidisciplinar debe mantenerse al menos entre seis y doce meses, ya que además de comprobar si ha perdido peso debemos evaluar que el paciente haya interiorizado los nuevos hábitos de vida y que las enfermedades asociadas han remitido. Si no se han alcanzado los objetivos, lo indicado suele ser la cirugía, tal como recomiendan instituciones científicas como la Sociedad Americana de Cirugía Bariátrica y Metabólica.

La técnica quirúrgica más indicada en estos casos es la denominada gastrectomía vertical laparoscópica. Básicamente, consiste en extirpar el 80% del estómago, dejando un tubo gástrico estrecho. Con ello se consiguen dos objetivos: que el paciente se sienta saciado con una pequeña ingesta de alimento, con lo que come menos; y reducir notablemente la secreción de ghrelina, una sustancia que estimula el apetito.

Gracias a esta técnica mínimamente invasiva conseguiremos una mayor pérdida de peso que con otras cirugías, con un menor riesgo y una mejor absorción del hierro, calcio y otros nutrientes especialmente necesarios en la etapa de crecimiento del adolescente. Además, el paciente es dado de alta a las 48 horas, sin apenas dolor, y podrá reincorporarse a su vida normal aproximadamente diez días después de la intervención.

Se trata, en definitiva, de conseguir una mayor pérdida de peso, más perdurable en el tiempo, con menor número de complicaciones y con mayor tasa de resolución de las enfermedades asociadas, es decir, mejor respuesta metabólica en comparación con los resultados de esta misma técnica en adultos.