Tras un infarto de miocardio: ¡sí o sí hay que cambiar el estilo de vida!

Dr. Eladio Galindo FernándezEspecialista del servicio de Cardiología del Hospital Quirónsalud Huelva

Un infarto de corazón supone un antes y un después no solo en quien lo padece, sino también en quienes le rodean. Desde hace casi dos décadas representa la principal causa de muerte a nivel mundial. De hecho, cerca de 14.000 personas fallecen al año en nuestro país como consecuencia de un infarto de miocardio, según datos de la Sociedad Española de Cardiología (SEC).

Tras un infarto de miocardio: ¡sí o sí hay que cambiar el estilo de vida!

Es por ello que es imprescindible que, además de tomar la medicación que prescriba el facultativo en estos casos, el paciente se aproxime a unos hábitos de vida saludables, que previsiblemente antes no mantenía, aparte de rechazar todas aquellas rutinas que puedan dañar su corazón y su sistema cardiovascular, como el hábito tabáquico, mantener una vida sedentaria o una alimentación desequilibrada.

Precisamente, no hay que olvidar que la aterosclerosis (acumulación de depósitos de colesterol y de grasa en las paredes de las arterias) es la principal causa de infarto en nuestra sociedad, favorecida por estos hábitos poco saludables.

Al mismo tiempo, la Sociedad Española de Cardiología recuerda que son factores de riesgo cardiovascular la diabetes, la obesidad, la hipertensión arterial o altos niveles de colesterol, igualmente favorecidos por ese estilo de vida poco saludable.

Cuatro pautas claves

Con todo ello, hay que tener en cuenta que la vida después de un infarto genera dudas e inquietudes en aquellos pacientes que han sufrido una afectación cardiaca, y normalmente viene marcada por un cambio sustancial en los hábitos de vida.

En estos casos es vital que el paciente en proceso de recuperación tras un infarto acuda a la consulta, aunque generalmente lo hace asustado y planteando cuestiones relacionadas con el tiempo de recuperación, con la nueva medicación pautada, la incorporación a la vida laboral o la práctica de ejercicio físico.

Así, entre los imprescindibles que el paciente debe seguir se encontrarían principalmente alejarse del tabaco, seguir una dieta saludable basada en la pauta mediterránea, evitando la sal, el azúcar y las grasas saturadas, y decir adiós al estrés, ya que influye de forma muy negativa en la enfermedad cardiovascular.

Hay que insistir en que abandonar el hábito tabáquico es una obligación para estos pacientes. Para el control de los factores de riesgo asociados a las afectaciones cardiacas (glucosa, colesterol y tensión) debe practicarse de manera diaria ejercicio físico, inicialmente aeróbico de baja carga, y mantener una dieta protagonizada por el consumo de verduras, frutas, legumbres, cereales integrales y grasas no saturadas.

A su vez, la práctica de ejercicio de forma regular tras un infarto es fundamental y una de las principales recomendaciones a seguir en estos procesos de recuperación. Hay que comenzar con media hora de ejercicio físico moderado al día, para después ir poco a poco aumentando el volumen. No obstante, siempre debe estar pautado y supervisado por un médico especialista, quien nos indicará cuáles son las mejores prácticas deportivas a seguir en estos casos.

El tiempo es oro

Las secuelas que un infarto puede dejar varían según la situación de partida del paciente, así como la extensión de este y el número de arterias coronarias afectadas. Eso sí, la fecha desde la que aparecen los síntomas hasta que estos se tratan supone igualmente un factor determinante en la recuperación, por lo que se recomienda acudir o contactar con el servicio de Urgencias ante la mínima sospecha de estar sufriendo una afectación cardiaca.

Tras un infarto, se realiza una primera revisión cardiológica durante el ingreso, que incluye una historia clínica detallada, un electrocardiograma, una analítica completa con marcadores cardiacos y un ecocardiograma.

Posteriormente, al alta, se realiza una primera revisión con la práctica de una ecocardiografía de control y una prueba de esfuerzo para valorar la capacidad funcional actual.

A los 3-6 meses se realiza una nueva revisión para ajustar el tratamiento médico y abordar las dudas del paciente, y a los 10-12 meses el paciente acude a revisión para realizar una nueva prueba de esfuerzo y una ecocardiografía de control.

Una vez superado el primer año, salvo situaciones concretas, la recomendación es mantener una revisión anual completa. Tras los últimos avances en técnicas como el cateterismo, así como en el tratamiento farmacológico, la recuperación tras un infarto suele ser rápida, volviendo a las actividades de la vida diaria tras aproximadamente 72 horas del evento, si no se han presentado complicaciones. Sin embargo, una recuperación total puede llevar desde varios meses hasta un año.