“¿Cuéntennos cosas de Europa?” dicen los autóctonos con una curiosidad mórbida. A lo que el protagonista, con cierto enfado, les reprocha: “¡No hay nada que contar de Europa! ¿Es que no ven que está muerta!”.

América Latina sigue mirando a Europa, en especial a España, y si bien es quizá exagerado decir que no pasa nada (bueno) relevante en Europa, no le vendría mal al viejo continente mirar a lo que está pasando en el nuevo mundo. Hay contactos, pero no están tan marcados por las viejas certezas como por los nuevos intentos. No es extraño que la América Latina en transformación mire a las cosas que se están moviendo en España en la política y los medios (Podemos, el Gobierno de coalición, En la frontera y La Base de PúblicoTV…). Al tiempo que la extrema derecha intenta crear una internacional del odio que acompañe a la internacional de la mentira que han levantado los oligopolios mediáticos.

Europa está en el pesimismo con el auge de la extrema derecha. América Latina está en el optimismo, regresando la izquierda a los gobiernos. Después de la primera ola roja que tuvo lugar con el cambio de siglo, parece emerger una segunda ola, si bien con características diferentes: liderazgos menos poderosos que los Chávez, Kirchner, Correa, Evo Morales; victorias con frentes amplios a veces contradictorios y con resultados más ajustados; una derecha resabiada; la crisis del neoliberalismo y la amenaza del calentamiento global; un mayor control de los medios de comunicación; debilidad mórbida de la hegemonía norteamericana; y la especialización de la derecha en golpes blandos y lawfare.

En un mundo donde Europa está perdiendo pie, aún mas con el seguidismo a los EEUU, América Latina se acerca a China, Rusia y el Pacífico. En nuestra “frontera” mediática hemos aprendido a encontrarnos. Pero la frontera que están trazando el Banco Central Europeo, la OTAN y las políticas de inmigración vuelven a separarnos del sur americano. Pese a que sabemos que, si hiciera falta, volverían a recibirnos como hizo Lázaro Cárdenas en 1939.